jueves, 2 de agosto de 2012

El bambú japonés - Cuento Zen


El bambú japonés - Cuento Zen


No hay que ser campesino para saber que una buena cosecha quiere de una buena semilla, un buen abono y un riego constante.
También es obvio que quien cultiva la tierra no se queda, impaciente, ante la semilla sembrada y grita con todas sus fuerzas: "¡Crece, maldita sea!"
Con el bambú japonés ocurre algo bastante curioso que no lo hace apto para impacientes. Siembras la semilla, la abonas y te preocupas de regarla constantemente. Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad, no pasa nada con la semilla durante los siete primeros años y, tanto es así, que cualquier cultivador inexperto se convencería que había comprado semillas estériles. Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de sólo seis semanas, la planta de bambú crece ... ¡más de 30 metros!
¿Tarda sólo seis semanas en crecer?
¡No! La verdad es que tarda siete años en crecer y seis semanas para desarrollarse. Durante los primeros siete años de aparente inactividad, el bambú genera un complejo sistema de raíces que le permitirán soportar el crecimiento que vendrá después.
En la vida cotidiana, muchas personas tratan de encontrar soluciones rápidas, triunfos apresurados, sin entender que el éxito es simplemente resultado del crecimiento interior y que este requiere tiempo.
Quizás por la misma impaciencia, muchos de aquellos que aspiran a resultados a corto plazo abandonan súbitamente justo cuando estaban a punto de conquistar la meta. Es una tarea difícil convencer al impaciente que sólo alcanzan el éxito aquellos que luchan con perseverancia y saben esperar el momento adecuado.
Del mismo modo, hay que entender que en muchas ocasiones tendremos que hacer frente a situaciones en las que creeremos que nada está sucediendo. Y esto puede ser extremadamente frustrante.
En estos momentos que todos tenemos, recordemos el ciclo de maduración del bambú japonés. Y no tiremos la toalla si no vemos el resultado esperado, porque sí está pasando algo en nuestro interior: estamos creciendo, madurando.
No nos demos por vencidos; poco a poco, de manera imperceptible, iremos creando los hábitos y el temple que nos permitan el éxito duradero cuando, al fin, se materialice.
Triunfar es un proceso que requiere tiempo y dedicación. Un proceso que exige aprender nuevos hábitos y nos obliga a rechazar otros.
Un proceso que exige cambios, acción y formidables dotes de paciencia.
Tiempo ... ¡Como nos cuestan las esperas!, ¡que poco ejercitamos la paciencia en este mundo agitado en que vivimos ...!
Presionamos a nuestros hijos para que crezcan, presionamos a la gente que nos rodea ... nosotros mismos hacemos las cosas muy rápido, no se sabe bien por qué ...
Perdemos la fe cuando los resultados no los conseguimos en el plazo que esperábamos, abandonamos nuestros sueños, nos generamos patologías que provienen de la ansiedad, el estrés ...
¿Para qué?
Te propongo tratar de recuperar la perseverancia, la espera, la aceptación.
Si no consigues lo que anhelas, no desesperes ... Quizá sólo estés echando raíces ....

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