sábado, 13 de septiembre de 2014

¿Cómo se puede haber contaminado la vida creativa de una mujer?



¿Cómo se puede haber contaminado la vida creativa de una mujer?

El efecto más común de la contaminación en la vida creativa de las mujeres es la pérdida de la vitalidad, lo cual destruye la capacidad de una mujer de crear "ahí afuera" en el mundo. Aunque en los ciclos de la saludable vida creativa de una mujer hay veces en que el río de la creatividad desaparece durante algún tiempo bajo tierra, algo se desarrolla a pesar de todo. Entonces incubamos. La sensación es muy distinta de la que produce una crisis espiritual.

En un ciclo natural puede haber inquietud e impaciencia, pero jamás se experimenta la sensación de que el alma salvaje se está muriendo. Podemos establecer la diferencia examinando nuestras expectativas: aunque nuestra energía creativa esté paralizada por una larga incubación, nosotras seguirnos esperando con ansia el resultado, percibimos los crujidos y las vibraciones de esta nueva vida que da vueltas y zumba en nuestro interior. No nos sentimos desesperadas. No embestimos ni agarramos ávidamente.
En cambio, cuando la vida creativa se muere porque no cuidamos la salud del río, la situación es muy distinta. Entonces sentimos exactamente lo mismo que el río moribundo; experimentamos pérdida de energía y nos sentimos cansa- das; nada se arrastra, nada es fangoso, nada deja hojas, nada se enfría ni se calienta. Nos volvemos espesas y lentas en sentido negativo y estamos envenenadas por la contaminación o por una acumulación de tareas atrasadas y un estanca- miento de todas nuestras riquezas. Todo parece contaminado, turbio y tóxico.

¿Cómo se puede haber contaminado la vida creativa de una mujer? Toda esta embarradura de la vida creativa invade las cinco fases de la creación: la inspiración, la concentración, la organización, la puesta en práctica y el mantenimiento. Las mujeres que han perdido una o más fases dicen que "no se les ocurre" nada nuevo, útil o empático. Se "distraen" fácilmente con aventuras amorosas, demasiado trabajo, demasiados juegos, demasiado cansancio o temor al fracaso .

A veces no pueden amalgamar toda la mecánica de la organización Y su proyecto queda diseminado y fragmentado en cien lugares distintos. A veces los problemas surgen como consecuencia de la ingenuidad con que una mujer se plantea su propia extroversión: cree que por actuar un poco en el mundo exterior, ha hecho algo importante. Pero eso equivale a hacer los brazos, pero no las piernas o la cabeza de una cosa y considerarla terminada. La mujer se siente necesariamente incompleta.

A veces una mujer tropieza con su propia introversión y se limita a desear que las cosas existan; a veces puede creer que el simple hecho de pensar una idea ya es suficiente y no es necesaria ninguna otra manifestación exterior. Lo malo es que, aun así, se siente desposeída e incompleta. Todas estas cosas son manifestaciones de la contaminación del río. Lo que se fabrica no es la vida sino algo que la entorpece.

Otras veces la mujer se siente atacada por los que la rodean o por las voces que le martillean la cabeza diciendo "Tu trabajo no está lo bastante bien, no es suficientemente bueno, no es suficientemente tal cosa o tal otra. Es demasiado, demasiado infinitesimal, demasiado insignificante, requiere demasiado tiempo, es demasiado fácil, demasiado duro". Todo eso es como verter cadmio a las aguas del río.

Hay otro cuento que describe el mismo proceso, pero utiliza otro simbolismo. En un episodio de la mitología griega los dioses decretan que unas aves llamadas Arpías  castiguen a un tal Fineo. Cada vez que a Fineo le servían la comida por arte de magia, la bandada se acercaba, le robaba parte de la comida, desperdigaba otra parte y manchaba con sus excrementos el resto, dejando al pobre hombre muerto de hambre (9).

Esta contaminación literal se puede entender también en sentido figurado como una serie de complejos del interior de la psique cuya única razón de ser esenredar las cosas. Este cuento es un típico temblón; nos hace estremecer, pues todas conocemos y hemos experimentado esta situación. El "Síndrome de la Ar- pía" destruye por medio de la denigración todas las cualidades y todos los esfuer- zos de una mujer, utilizando un diálogo interior extremadamente despectivo. A una mujer se le ocurre una idea y la Arpía se le caga encima. "Creo que voy a hacer tal cosa o tal otra", dice la mujer. La Arpía le contesta: "Menuda idiotez, eso no le interesa a nadie, es tan simple que hasta da risa. Mira bien lo que te digo, tus ideas son una bobada, la gente se reirá, no tienes nada que decir." Así hablan las Arpías.

Los pretextos son otra forma de contaminación. A muchas escritoras, pintoras, bailarinas y otras artistas les he oído alegar todos 105 pretextos que se han inventado los seres humanos desde que el mundo es mundo. "Lo resolveré cualquier día de estos." Y entretanto, la mujer sonríe para disimular su depresión. "Procuro estar ocupada, he In—
tentado escribir un poquito; el año pasado hasta escribí dos poemas Y, en los últimos dieciocho meses, he terminado un cuadro y he pintado parcialmente otro y, además, la casa, los niños, el marido, mi amigo, el gato, el niño pequeño exigen toda mi atención. Lo superaré, no tengo dinero, no tengo tiempo, no consigo bus- car un hueco, no puedo empezar hasta que tenga los mejores y los más caros ins- trumentos o experiencias, ahora mismo no me apetece, no estoy de humor. Necesito por lo menos un día de tiempo para hacerlo, es que, es que... "




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